domingo, 19 de diciembre de 2010

Sosiego III

No sé cómo se hace esto.
Ni siquiera sé qué es esto.
Es nuevo.

Nadie sabe como yo tengo que hacer esto.
Es nuevo.

Tengo algunas claves de cómo no hacer, y cada vez que estoy a punto de hacerlas, pisar el mismo palito y repetirme, me detengo.
Me miro y me observo: me detengo.
Espero.

Espero porque aún no aparece nada.
Ni alivio.
Ni otro comienzo.

Mientras no aparece y me detengo antes de volver a repetirme, duele.
Duele tanto que casi vuelvo a pisar el palito.
Pero no.

No.

Y me recuerdo a mi misma porque no.
Porque lo hice millones de veces, y sé qué genera.

No genera lo que necesito.

jueves, 25 de febrero de 2010

LUGAR III

Voy a extrañar:

Mis placards (limpiarlos, lustrarlos, ordenar la ropa por colores).
Los aromos que se ven de la ventana.
Los muebles de madera de mi cuarto.
Las horas en el rincón de mi cuarto escribiendo.
Mis peluches.
Mi desorden.
La ducha, su presión, sentarme en la bañera horas y dejar que corra el agua por mi espalda.
Regar mis plantas una vez cada tres semanas, y que Adela me rete porque las regó ella.
Encontrar a mamá elongando en el pasillo.
Mi Cama. Mi Cama. Mi Cama.
Las paredes naranjas de mi cuarto (que tardé más de un mes en pintar).

Vivir con Mamá.

El tiempo quieto y yo chiquita.
Being awkwardly comfortable.
Los intentos de hacer entrar lo que ya no entra.



Voy a extrañar.

domingo, 7 de febrero de 2010

¡Más!

Pensé que se podía controlar. 

Que se podía racionalizar y adecuar a las circunstancias planteadas por vos. 
Las cosas no tenían porque cambiar. Podríamos seguir siendo nosotros. 
Muy amigos. 

“Nosotros”, era lo único que me interesaba preservar. Porque "nosotros" es el lugar donde más real me siento. 

Sos el lugar donde me encuentro vulnerable, de carne y hueso, toda, imperfecta. 
Sos el que sabe cuando mi inteligencia me está disfrazando, el que sabe que me escondo, el que logra desnudarme. 
El que me obliga a salir a jugar. 

Me asomé, te compartí mi confusión. 
Cuando me dijiste que no me amás, me acomodé a esa realidad. 
Pensé que las cartas que jugaste eran la única posibilidad.

El sexo quedaría fuera de la cuestión. Te conozco y no quería convertirme en una más con la cual estás, pero no amás. 
Sabría ser tu amiga sin convertirme en una boludita que te busca a pesar de que no das. Creí que por conocerte tanto, sabría como no ser igual a las demás. 

Lo importante era preservar la amistad. La honestidad brutal. La ternura. La risa. Los mails. La claridad. Los intentos aprendiendo a amar. 

Sin embargo, a pesar de mi bendita cabeza que no para de pensar, nunca más te dejé de desear. Cada vez que nos vimos o mientras hablábamos por el chat, sentaditas sobre mi falda, estaban mis ganas de que me buscases para besarme otra vez más. 

Y así, me convertí en una más. 

Me convertí en una mujer más con una esperanza plantada en la frente, que me dice que si soy copada, capaz que algún día me empezás a amar.

Me convertí en una de las que sienten mariposas en la panza cuando las saludas. 
Me convertí en una de las que mandan chocolates sin recibir ninguno, de las que escriben mails larguísimos y se sientan horas vacías a esperar una respuesta, de las que piensan en qué regalarte para navidad. 
Me convertí en una de aquellas que con una miguita que tirás, tratan de saciar un hambre cada vez más abismal. 

Evidentemente, si algo te sale bien, es mostrarme mi humanidad. 

Entendí, de repente, que me estaba olvidando de algo en la formulación de esta ecuación: de desear. 

Lo que hace el deseo cuando entra en una ecuación, es sacarle toda racionalidad. 

¡Puedo Pedir! 

Y dejar de controlar. 
Dejar de controlar creyendo y apostando a esta esperanza ficticia de un nosotros como amistad. 
Dejar de defenderme de lo que puede doler no verte más. 

Tengo hambre.
¡Quiero Más! 

Y dejar nomás, 
que pase lo que tenga que pasar... 

Lo bueno de conocerte tanto, es saber, hasta en la médula, que no me querés lastimar. 

No estoy queriendo decir que cuando uno conoce a alguien desde el vamos sexualmente y sucede el desencuentro, haya habido motivación de perjudicar. Lo que estoy diciendo, es que porque hay afecto y conocimiento, la tolerancia es otra. No se puede peliculear. Aunque no me des lo que quiero, no existe la posibilidad de que te pueda llegar a odiar. 

Te quiero en totalidad.

Te extraño muchísimo. 

Ojalá la vida nos de una oportunidad.

jueves, 4 de febrero de 2010

Mi Familia

Le voy a agregar a mi intento de poética, algo de reflexión.

Anoche mi hermano cumplió 27 años. (Eso significa, entre otras cosas, que yo cumplo 30 proximamente. Eso es material para otra reflexión).

Mis viejos se separaron cuando yo tenía 7 años. Hasta bien entrada la adolescencia de mi hermano y mía, seguimos pasando los cumpleaños (a veces incluso los de ellos) los cuatro juntos. Cuando yo tenía 17, Papá conoció a su mujer. Están juntos desde entonces. Mi hermano y yo adoptamos actitudes muy distintas ante la nueva situación. Él optó por seguir festejando todos juntos, incluyéndola a la pareja de Papá. A mí esto siempre me pareció un invento innecesario, una situación claramente incómoda: dos horas en donde estabamos obligados a hacer de cuenta que "estaba todo bien", disimulando tensiones y dolores por el sólo fin de pasar el cumpleaños en familia. De más está decir que siempre opté por festejar dos veces: una con Papá y otra con Mamá.

Anoche fuimos a comer Papá, Mamá, mi hermano y yo juntos.

Durante el día no faltó que le preguntase a Mamá si a ella no le molestaba salir los cuatro juntos. "No", me respondió. Mientras me bañaba me preparaba para "remarla dos horas", para un rato anacrónico, insólito e inventado, claramente innecesario. Necesario quizá, solamente, para preservar un recuerdo. Para alimentar una esperanza de familia.

Llegamos a La Anita. Nos sentamos en una mesa para cuatro. Y de repente, sin ningún tipo de aviso previó, me invadió una sensación de amor gigante. Los amé.

Me sentí feliz. Por primera vez desde que soy chiquita, o quizá porque me permití volver a serlo, sentí que tengo familia. Sentí familia, sentí calidez. Sentí que pertenezco, que tengo raíces, que soy muy parecida a ellos. Soy tan estructurada como Papá, tan sensible como Mamá y tan inteligente como mi hermano. Mi Papá ordeno la cola de sus calamares alrededor de su plato, y a mi me pareció divertidísimo. Mi Mamá contó lo emocionada que está por la adopción argentina de bebés Haitianos, y a mí esas cosas también me emocionan profundamente, aunque soy un poco más cínica, como mi hermano, y desconfío de si será cierto. Le conté a mi hermano acerca del curso de astronomía/ astrología que estoy haciendo. Cuando me hizo ver lo que es un año luz, y me transmitió que por eso le cuesta creer en la astrología, quize expresarle, pero no llegué a hacerlo, que empecé a estudiar Expresión Corporal por eso. Mi tesis, mi búsqueda, es hacer de la astrología algo tangible, algo físico, donde la noción de la misma no sea un delirio sino real. Somos tan parecidos.

Evidentemente, no nos juntamos a hacer de cuenta "que está todo bien". Está clarísimo que ninguno de los cuatro se olvidó que mis viejos se separaron, que la ilusión de cómo sería la familia se fragmento, y de que eso duele. Nos juntamos porque el amor que nos tenemos es más grande que el dolor que nos generó el cambio. Mis viejos se sientan en esa mesa juntos porque entienden el valor de la familia, porque saben que es importante transmitirnos que a pesar de las dificultades, el amor y el afecto son siempre razón suficiente para festejar. Mis viejos son unos grosos. Será de ellos que heredé una enorme capacidad para amar.

El dolor siempre me llevó a separar. Los grises, las ambivalencias, el no saber muy bien cómo pero estar, los procesos, son caminos nuevos para mí. Mi mente y mi imaginación me han llevado a recorrer mundos alternativos maravillosos. Y sin embargo, al no saber llenar esos mundos de afecto, siempre se me hicieron escuetos, chiquitos, anoréxicos.

El otro día ví K-Pax. Spacey elije llevarse a otro planeta, donde no se sufre, al personaje que le dice que quiere irse porque "no tiene hogar". "Yo sí tengo hogar" pensé. Esta clarísimo: ¿Cómo vivir las contradicciones y dolores que la vida nos regala sin afecto que te contenga y acompañe? Afecto que no te quiere por lo que tendrías que ser, sino por lo que sos, y te acompaña como mejor puede. Haciéndote doler para que crezcas. A veces, lastimándote sin la intención de hacerlo.
Y siempre, siempre, desde el amor.

Como Ulises, descubro que la odisea no es la de conquistar el mundo.
La verdadera valentía, es la de saber regresar al hogar.

Los amo.
Gracias.

Valy.