jueves, 4 de febrero de 2010

Mi Familia

Le voy a agregar a mi intento de poética, algo de reflexión.

Anoche mi hermano cumplió 27 años. (Eso significa, entre otras cosas, que yo cumplo 30 proximamente. Eso es material para otra reflexión).

Mis viejos se separaron cuando yo tenía 7 años. Hasta bien entrada la adolescencia de mi hermano y mía, seguimos pasando los cumpleaños (a veces incluso los de ellos) los cuatro juntos. Cuando yo tenía 17, Papá conoció a su mujer. Están juntos desde entonces. Mi hermano y yo adoptamos actitudes muy distintas ante la nueva situación. Él optó por seguir festejando todos juntos, incluyéndola a la pareja de Papá. A mí esto siempre me pareció un invento innecesario, una situación claramente incómoda: dos horas en donde estabamos obligados a hacer de cuenta que "estaba todo bien", disimulando tensiones y dolores por el sólo fin de pasar el cumpleaños en familia. De más está decir que siempre opté por festejar dos veces: una con Papá y otra con Mamá.

Anoche fuimos a comer Papá, Mamá, mi hermano y yo juntos.

Durante el día no faltó que le preguntase a Mamá si a ella no le molestaba salir los cuatro juntos. "No", me respondió. Mientras me bañaba me preparaba para "remarla dos horas", para un rato anacrónico, insólito e inventado, claramente innecesario. Necesario quizá, solamente, para preservar un recuerdo. Para alimentar una esperanza de familia.

Llegamos a La Anita. Nos sentamos en una mesa para cuatro. Y de repente, sin ningún tipo de aviso previó, me invadió una sensación de amor gigante. Los amé.

Me sentí feliz. Por primera vez desde que soy chiquita, o quizá porque me permití volver a serlo, sentí que tengo familia. Sentí familia, sentí calidez. Sentí que pertenezco, que tengo raíces, que soy muy parecida a ellos. Soy tan estructurada como Papá, tan sensible como Mamá y tan inteligente como mi hermano. Mi Papá ordeno la cola de sus calamares alrededor de su plato, y a mi me pareció divertidísimo. Mi Mamá contó lo emocionada que está por la adopción argentina de bebés Haitianos, y a mí esas cosas también me emocionan profundamente, aunque soy un poco más cínica, como mi hermano, y desconfío de si será cierto. Le conté a mi hermano acerca del curso de astronomía/ astrología que estoy haciendo. Cuando me hizo ver lo que es un año luz, y me transmitió que por eso le cuesta creer en la astrología, quize expresarle, pero no llegué a hacerlo, que empecé a estudiar Expresión Corporal por eso. Mi tesis, mi búsqueda, es hacer de la astrología algo tangible, algo físico, donde la noción de la misma no sea un delirio sino real. Somos tan parecidos.

Evidentemente, no nos juntamos a hacer de cuenta "que está todo bien". Está clarísimo que ninguno de los cuatro se olvidó que mis viejos se separaron, que la ilusión de cómo sería la familia se fragmento, y de que eso duele. Nos juntamos porque el amor que nos tenemos es más grande que el dolor que nos generó el cambio. Mis viejos se sientan en esa mesa juntos porque entienden el valor de la familia, porque saben que es importante transmitirnos que a pesar de las dificultades, el amor y el afecto son siempre razón suficiente para festejar. Mis viejos son unos grosos. Será de ellos que heredé una enorme capacidad para amar.

El dolor siempre me llevó a separar. Los grises, las ambivalencias, el no saber muy bien cómo pero estar, los procesos, son caminos nuevos para mí. Mi mente y mi imaginación me han llevado a recorrer mundos alternativos maravillosos. Y sin embargo, al no saber llenar esos mundos de afecto, siempre se me hicieron escuetos, chiquitos, anoréxicos.

El otro día ví K-Pax. Spacey elije llevarse a otro planeta, donde no se sufre, al personaje que le dice que quiere irse porque "no tiene hogar". "Yo sí tengo hogar" pensé. Esta clarísimo: ¿Cómo vivir las contradicciones y dolores que la vida nos regala sin afecto que te contenga y acompañe? Afecto que no te quiere por lo que tendrías que ser, sino por lo que sos, y te acompaña como mejor puede. Haciéndote doler para que crezcas. A veces, lastimándote sin la intención de hacerlo.
Y siempre, siempre, desde el amor.

Como Ulises, descubro que la odisea no es la de conquistar el mundo.
La verdadera valentía, es la de saber regresar al hogar.

Los amo.
Gracias.

Valy.

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