domingo, 7 de febrero de 2010

¡Más!

Pensé que se podía controlar. 

Que se podía racionalizar y adecuar a las circunstancias planteadas por vos. 
Las cosas no tenían porque cambiar. Podríamos seguir siendo nosotros. 
Muy amigos. 

“Nosotros”, era lo único que me interesaba preservar. Porque "nosotros" es el lugar donde más real me siento. 

Sos el lugar donde me encuentro vulnerable, de carne y hueso, toda, imperfecta. 
Sos el que sabe cuando mi inteligencia me está disfrazando, el que sabe que me escondo, el que logra desnudarme. 
El que me obliga a salir a jugar. 

Me asomé, te compartí mi confusión. 
Cuando me dijiste que no me amás, me acomodé a esa realidad. 
Pensé que las cartas que jugaste eran la única posibilidad.

El sexo quedaría fuera de la cuestión. Te conozco y no quería convertirme en una más con la cual estás, pero no amás. 
Sabría ser tu amiga sin convertirme en una boludita que te busca a pesar de que no das. Creí que por conocerte tanto, sabría como no ser igual a las demás. 

Lo importante era preservar la amistad. La honestidad brutal. La ternura. La risa. Los mails. La claridad. Los intentos aprendiendo a amar. 

Sin embargo, a pesar de mi bendita cabeza que no para de pensar, nunca más te dejé de desear. Cada vez que nos vimos o mientras hablábamos por el chat, sentaditas sobre mi falda, estaban mis ganas de que me buscases para besarme otra vez más. 

Y así, me convertí en una más. 

Me convertí en una mujer más con una esperanza plantada en la frente, que me dice que si soy copada, capaz que algún día me empezás a amar.

Me convertí en una de las que sienten mariposas en la panza cuando las saludas. 
Me convertí en una de las que mandan chocolates sin recibir ninguno, de las que escriben mails larguísimos y se sientan horas vacías a esperar una respuesta, de las que piensan en qué regalarte para navidad. 
Me convertí en una de aquellas que con una miguita que tirás, tratan de saciar un hambre cada vez más abismal. 

Evidentemente, si algo te sale bien, es mostrarme mi humanidad. 

Entendí, de repente, que me estaba olvidando de algo en la formulación de esta ecuación: de desear. 

Lo que hace el deseo cuando entra en una ecuación, es sacarle toda racionalidad. 

¡Puedo Pedir! 

Y dejar de controlar. 
Dejar de controlar creyendo y apostando a esta esperanza ficticia de un nosotros como amistad. 
Dejar de defenderme de lo que puede doler no verte más. 

Tengo hambre.
¡Quiero Más! 

Y dejar nomás, 
que pase lo que tenga que pasar... 

Lo bueno de conocerte tanto, es saber, hasta en la médula, que no me querés lastimar. 

No estoy queriendo decir que cuando uno conoce a alguien desde el vamos sexualmente y sucede el desencuentro, haya habido motivación de perjudicar. Lo que estoy diciendo, es que porque hay afecto y conocimiento, la tolerancia es otra. No se puede peliculear. Aunque no me des lo que quiero, no existe la posibilidad de que te pueda llegar a odiar. 

Te quiero en totalidad.

Te extraño muchísimo. 

Ojalá la vida nos de una oportunidad.

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